jueves, 12 de noviembre de 2015

En la Cátedra Calasanz (organizada por la Universidad Pontificia de Salamanca)

De un salto mortal nos hemos plantado en la “Ponti”. Y sobre la cuerda, con una increíble pirueta sin red, delante de los asistentes a la XXXIV Cátedra extraordinaria ‘San José de Calasanz’, precursor de la escuela pública para todos.

El de hoy era un día especial, por un lado la incertidumbre de no saber ante quién llevaríamos a cabo la “función” (aunque lo obvio es que relacionado con la Universidad de alguna forma estaría) y por otro, con la certeza de la importancia que tenía el momento. Nos hemos puesto a hacer malabares, que es lo que hay que hacer en educación. En nuestra pequeña Escuela de Circo nos educamos continuamente y los retos que asumimos no se suelen apreciar por públicos poco exigentes. No se trata de hacer el payaso, sino de trabajar por una meta común aunque a veces nos toque echar un buen vistazo a nuestras brújulas. Participamos de un experimento pedagógico que nos mete de lleno en la realidad, haciendo que la muestra, la media y la moda adquieran un significado más completo y complejo de lo que posiblemente algún universitario pudiera imaginar antes de compartir su tiempo en nuestros talleres.

Enriqueciéndonos (y no hablamos precisamente de economía).

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