De un salto mortal nos hemos plantado en la “Ponti”. Y sobre
la cuerda, con una increíble pirueta sin red, delante de los asistentes a la XXXIV
Cátedra extraordinaria ‘San José de Calasanz’, precursor de la escuela pública para todos.
El de hoy era un día especial, por un lado la incertidumbre
de no saber ante quién llevaríamos a cabo la “función” (aunque lo obvio es que
relacionado con la Universidad de alguna forma estaría) y por otro, con la
certeza de la importancia que tenía el momento. Nos hemos puesto a hacer
malabares, que es lo que hay que hacer en educación. En nuestra pequeña Escuela
de Circo nos educamos continuamente y los retos que asumimos no se suelen
apreciar por públicos poco exigentes. No se trata de hacer el payaso, sino de
trabajar por una meta común aunque a veces nos toque echar un buen vistazo a
nuestras brújulas. Participamos de un experimento pedagógico que nos mete de
lleno en la realidad, haciendo que la muestra, la media y la moda adquieran un
significado más completo y complejo de lo que posiblemente algún universitario pudiera
imaginar antes de compartir su tiempo en nuestros talleres.
Enriqueciéndonos (y no hablamos precisamente de economía).
Enriqueciéndonos (y no hablamos precisamente de economía).
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